martes, 7 de marzo de 2017

​馃彍Un mismo fin y distintos caminos馃彏


Un hombre transitaba por el bosque. Es allí donde nació y no conocía otra cosa. Árboles frondosos, ríos con abundante cauce, animales exóticos por doquier y diversidad de alimento donde elegir. Allí la vida rebosaba hasta tal punto, que allí donde pisaras, seguro algún bicho aniquilabas sin pretenderlo. Los sonidos inundaban el bosque a cada rincón, en un canto que resultaba ensordecedor. Pero los que allí habitaban así no lo sentían. Los sonidos eran parte de sus vidas hasta el punto de pasarles desapercibidos.

Otro hombre en otro lugar, vivía en el desierto. Su clima era árido y poco sabía más allá de las infinitas dunas de arena amarilla y de los fugaces animales que a la vista se presentaban y que horrores costaba darles caza. Además de los iracundos cactus, y poco más. Fue allí donde se crió, y era todo lo que él conocía. El agua muy escasa, se consideraba un tesoro. La vida se antojaba limitada, pero los hombres que allí vivían no lo sentían así. Ellos conocían de los secretos que el desierto escondía, y que con astucia y con maña, se podían conseguir.

Ambos vivían sus distintas realidades, desconocedores e inconscientes de la realidad del otro. No se conocían en vida, ni nunca habían coincidido.

Un buen día, un peregrino llegó al poblado donde habitaba el hombre del bosque. Este se encontraba cortando leña y muy concentrado en su quehacer. El peregrino le dio los buenos días y le solicita unos minutos de su atención para pedirle un vaso de agua.

-"¿Agua dice? ¿Por qué no la toma del río?" Le dice el hombre del bosque al peregrino. "Aquí el agua es fresca y limpia, no tiene nada que temer".

-"Sé que ustedes hierven el agua antes de tomarla, para evitar, ya sabe... las posibles molestias estomacales, por decirlo suavemente. Sería usted muy amable si me ofreciera un vaso. Tengo largo camino por delante y no querría enfermar. No pongo en duda la pureza de estas aguas, faltaría más. Tan solo por precaución".

-"Muy bien buen hombre, pase conmigo, le invitaré a un vaso de agua e incluso a uno de mis brebajes si le apetece".

Pasaron entonces a la casa, y mientras el hombre del bosque le servía un brebaje energético a base de plantas de la zona, el peregrino le iba contando:

-¿Sabe usted? Existen otros lugares donde el agua es escasa, ya que las lluvias son puntuales y debido a su escasez, se considera el bien más preciado que tienen. Incluso realizan cánticos y ofrendas a los dioses para que el agua llegue de los cielos, de lo poco que cae. Es una agonía.

El hombre del bosque no daba crédito a lo que escuchaba, e inmediatamente comienza a dudar de la integridad de ese peregrino temiéndole como un posible estafador, que tal vez solo quiera conseguir algún propósito oscuro. El peregrino continúa:

-"No sólo es el agua lo que escasea, también los alimentos. Pocas plantas y animales hay que convengan como alimento a los hombres; en verdad son muy escasos".

El hombre del bosque empezó a temer por sus enseres, pensando que ese malhechor sería capaz de robarle lo suyo, ya que hablaba de escasez; y él tenía mucho y en abundancia. "Algo quiere este hombre en verdad, y no me gusta nada. ¡Si quiere algo, que lo diga abiertamente de una vez y se deje de historias inventadas!- Pensó el hombre del bosque.- Eso que él me cuenta no existe, ¿desierto?".

El peregrino, ignorante de la conversación interna del hombre de los bosques, le siguió diciendo:

-"Muchas son las dificultades por las que los hombres del desierto tienen que pasar. Han de ahorrar y salvaguardar el poco agua que el cielo les regala si quieren sobrevivir. La vida es muy distinta por aquellos lugares, yo lo he visto con mis propios ojos. Los parajes son hermosos ¿sabe usted?. Inmensas montañas de pura arena dorada que brillan bajo el Sol, animales fuertes y con corazas que el más fornido guerrero ya querría para sí. Aves rapaces creadas para la astucia, y serpientes que con poco hacen mucho daño. La vida es allí difícil, y por eso aprovechar las ocasiones al máximo resulta de vital importancia. Pero eso crea un mundo maravilloso de contemplar, se lo aseguro. Mucho he aprendido yo en mi camino por esos terrenos. Muchas bellas lecciones de vida.

El hombre del bosque ya envalentonado y con su paciencia al límite, le contesta:

-"Mire usted, déjelo ya, no creo en nada de lo que me cuenta. Yo mismo he viajado mucho, más de lo que pueda imaginar. He recorrido a lo largo y ancho de estas tierras, sin encontrar jamás algo ni remotamente parecido a lo que usted me describe. Créame si le digo que su imaginación está muy exacerbada y es creativa, sin duda, pero muy irreal. Escriba usted un libro para niños si lo desea, pero no me intente hacer creer a mí que lo que ahora relata es real. En toda mi vida he visto brotar agua hasta de los lugares más insospechados, jamás escasea. Los animales son tan numerosos que hasta nos es preciso ahuyentarlos de cualquier modo si no queremos que sean ellos los que nos devoren a nosotros. Y las plantas... ¿qué le voy a decir que no pueda ver usted por sí mismo? Vea estos árboles que nos rodean, son tan altos que sus coronas ni se ven, ¡llegan hasta el cielo! ¿Y me dice usted que esto no es lo que Hay? ¿Está usted acaso ciego, es invidente?".

El peregrino, al ver que su historia sobre otros lugares no era creida, se marchó sin replicar ni crear conflicto con aquel hombre, y continuó camino, dándole las gracias por tan fortificante bebida.

Llegó tiempo después el peregrino al cálido y áspero desierto de las Costas Oestes, mucho más allá de los húmedos bosques de donde venía.
Encontró a su paso a un hombre del desierto al que pidió algo de agua, pues la sed sacudía ya su endereza.

-"Por supuesto buen hombre, sea bien recibido a mi humilde hogar, pase, le daré algo de agua. Pero sepa usted que está racionada, ya que no hay mucha. Tiempo lleva sin llover y estamos al borde de la desesperación. Los dioses parecen enfadados por algún motivo que desconocemos; no creemos haber hecho nada para contrariales".

Mientras el hombre del desierto le servía un vaso de agua tibia, el peregrino comenzó a hablar:

-"Hace no mucho tiempo, hará seis lunas, que vengo de un sitio muy distinto a este. Allí el agua provoca incluso inundaciones, fíjese, por lo que sus habitantes han de instalar sus casas en las altas planicies para que el agua no las arrase y se las lleve a su paso. Resulta tremendo".

El hombre del desierto le ofreció el agua ya con el ceño fruncido, no entendiendo nada. ¿De qué planicies hablaba este hombre? ¿Y cómo podía ser que tanta agua fuera posible? Ellos apurados de ese escaso bien y otros disfrutándolo en demasía, eso no era justo. ¿Cómo sería eso posible? Jamás había visto tanta agua junta. Contrariado, dejó que el extraño peregrino siguiera hablando sin decir nada al respecto.

-"No sólo eso. Allí los animales se les cuelan en las casas, porque allí donde instalan sus viviendas siempre hay seres vivientes por doquier. Se cuentan por millones, entre grandes y pequeñas criaturas. Es excesivo el número de animales que habitan esas tierras. Y las plantas, ¡ay las plantas! Jamás he visto árboles tan grandes. Parecieran sumergirse en el vasto cielo azul donde desaparecen. ¡No quiero ni imaginar cómo han de ser sus raíces!".

A estas alturas el hombre del desierto incrédulo le dijo:

-"Pero buen hombre, ¿de qué me está usted hablando? Más parece un cuento de fábula para niños. Yo he viajado mucho ¿sabe?. También mis padres, y mis abuelos, y todos mis ancestros anteriores han sido grandes descubridores de tierras, y nunca me han hablado de sitios así. Ni yo los he visto, ni mis ancestros tampoco. ¿No cree que ante la falta de recursos usted lo que ha visto no son sino espejismos? Espejismos por otro lado muy raros, si me lo permite decir. A nadie he oído yo en mi vida hablar de sitios como los que usted me cuenta".

-"Le juro por Geb que es tan real como que usted y yo estamos aquí ahora mismo. Le digo que hace seis lunas transité por aquellas lejanas tierras. Su esplendor no tiene parangón. Los mosquitos..."

-"Mire déjelo, señor peregrino" le interrumpió el hombre del desierto. "Ya he oído suficientes locuras como para todo un año. Le digo que yo he viajado mucho y no he visto lo que usted me cuenta, así que no puedo creerle. Si es tan amable, cuando termine su vaso de agua le invito a que continúe camino, no querría que se le hiciera tarde y callera la noche. Mis hijos vendrán en cualquier momento y no deseo que escuchen estas raras historias, pues comenzarían a ilusionarse con lo que no tienen y además no existe. Buenas tardes".

El peregrino se marchó de aquel lugar tan pronto dio el último trago y, agradecido, abandonó la estancia, bendiciéndola.

Ya solo en su caminar, pensaba: "¡Qué hombres más incrédulos! Les cuento lo que existe y aún así no lo creen. No importa con cuanto lujo de detalles lo narre; siguen pensando que son fábulas inventadas y que, además, soy un viejo chiflado. ¡Un viejo chiflado yo, hum! yo sé lo que sé porque lo he visto, de eso no me cabe duda. Dicen que han viajado estos hombres... ya me gustaría saber a mí hasta dónde y cuánto, ya que si lo hubieran hecho tanto como yo lo he hecho, no pondrían en duda mis palabras, y sabrían que son ciertas.

Entonces una voz dentro de su cabeza le dijo:

-"Hijo mío, los hombres solo creen en lo que ven. No puedes convencerlos con palabras. Tan solo sus experiencias les mostrarán lo que Es y todo lo que Ha Sido hasta la fecha. Solo cuando sus propios pies les lleven más lejos, conocerán".

Entonces el peregrino entendió. Nada de lo que él contara a otros hombres sería creído. Perdía el tiempo, las energías y, además, solo conseguía tildarse una reputación de loco allí por donde pasaba.

Esas historias que el contaba a otros, formaban parte de su propia experiencia, y de nadie más. Reflexionó entonces, que solo cuando nos atrevemos a viajar más lejos que las aves migratorias y nos decidimos a explorar más allá de los mismísimos confines del mundo, es cuando nos damos cuenta de la gran diversidad que alberga esta Madre Tierra.

Tan solo la experiencia otorga el Saber.  No importa cuanto te cuenten. Si no has visto, no sabrás.

s谩bado, 4 de marzo de 2017

Be water my friend

-¿Cuándo estamos en armonía con la realidad?
-Cuando no luchamos contra el cambio nuestro y el de los otros. (A. Jodorowsky)

Exacto. Ahí reside la sabiduría que encierra la aceptación plena: aceptar la realidad tal y como es. Si no se acepta, lo que creas desde la no-aceptación resulta en conflicto; un conflicto interno que se verá reflejado en conflicto externo.

Nuestras experiencias externas son un reflejo de nuestras experiencias internas. Reflexiona sobre ello.

Solo cuando aceptamos, puede devenir el verdadero cambio, la verdadera evolución de nuestro Ser. Ya no será necesaria la creencia, por otro lado falsa, de que el cambio proviene de la "lucha" con uno mismo o con los demás; ya no será necesario luchar por cambiar. Habrás descubierto la inutilidad de esta forma de pensar y actuar. Deja de pensar, y empieza a sentir y a hacer, que no es lo mismo que actuar.

El cambio llegará a tu vida como el río cambia de paisaje a lo largo de su recorrido, sin previsión; tan solo guiado por la fuerza de la Vida, que se expande sin conflicto ni lucha alguna. Cuando dejes de luchar contigo mismo, dejarás de luchar también con los demás.

Hazte estas preguntas a ti mismo. ¿El agua decide por dónde transitar? ¿El agua se cuestiona por dónde es mejor transitar? ¿El agua espera, analiza o reflexiona sobre cuál será su destino? ¿Tiene acaso miedo el agua a que su por sí sea como sea, o no sea como sea?
....

Nada será entonces impuesto, nada será auto obligado. Ya no crecerás construyendo presas y diques que direccionen tu vida, tu mente y tu corazón de forma sistemática, calculada y fría. Permitirás que la propia vida te cambie, con la misma voluntad de cambio que tiene el agua... ninguna. Y ese cambio, será el único real que ocurra en tu vida: aquel que no previste. Será pues, auténtico, perdurará más allá del tiempo y del espacio.

Recuerda que tu mente te dirije, pero tu corazón te guía.

#PaolaGuerrero